Ya casi es mi cumpleaños, y cada año, es el momento en el que me propongo algún propósito para mejorar algún aspecto de mi vida; no lo hago en Año Nuevo como la mayoría de las personas; en Año Nuevo sólo me enfoco en divertirme, disfrutar a mi familia, ¡Beber y comer delicioso! un poco de más, solo poquito.
Algunos años, el 21 de marzo, me propongo algún reto creativo como pintar o clases de foto, otros años me he propuesto retos de deporte y así, corrí 21 km, subí cerros todos los martes por un año, hice rappel y hasta fui a los rápidos. Otras veces me propongo aprender algo nuevo por ejemplo portugués hace como 10 años y ahora estoy con mandarín. Este año todavía no tengo mi propósito así que ¡A pensar se ha dicho!
Lo que quiero compartir en esta nota, es uno de los propósitos que hice hace algunos cumpleaños y me atrevo a asegurar, que cambió mi vida. La verdad, me costó trabajo. No es física cuántica y tal vez parecerá sencillo, pero honestamente, sigo trabajándolo porque muchas veces la cotidianeidad, el trabajo y el ritmo de vida es tal, que me hace perder el hilo y me veo en la necesidad de recomenzar. Les cuento a qué me refiero, es nada más y nada menos que conocer lo que siento, mis emociones. De pronto me vi envuelta en una vorágine de tareas, responsabilidades, preocupaciones, alegrías, tristezas, festejos y pasaba el tiempo hasta que un día caí en cuenta de que no sabía en dónde estaba parada. No estaba entendiendo cómo me sentía en mi trabajo, hablaba poco con mi familia, que está en la ciudad de México (sí, soy orgullosamente chilanga), salía de viaje, me metía a cursos, hacía miles de cosas, pero me perdí de mí, por decirlo de alguna manera. Dejé de tener consciencia de cómo pasaba el tiempo cada día.
La parte fuerte de los árboles no son las hojas o las flores que se ven hermosas, no son las ramas ni el tronco, son las raíces. Esas que están dentro de la tierra y que, sin ellas, no existe árbol porque pueden cortar las hojas, las ramas, las flores y esas crecen de vuelta, pero ¡las raíces! he ahí el meollo del asunto, sin raíces fuertes, no sobrevive árbol. Considero que el autoconocimiento y la paz mental ayuda a tener raíces fuertes, es de lo más importante que me sostiene como persona. Al sentir que me estaba olvidando de mí, comencé a buscar lecturas, me volví coach tanatológica, leí de budismo, fui a la iglesia, me metí a clases de meditación y entre todo esto sobresalieron tres tareas específicas que me ayudaron a volver a conectarme conmigo misma, a reflexionar en quién me había convertido a través de los años y a conocer qué emociones tengo ante ciertos estímulos.
La primera tarea que rescaté fue la importancia de tener una meta clara diaria. Metas cortas, logros sencillos, que hagan que tu día haya valido la pena. Puede ser cualquier cosa, por ejemplo, aprender una palabra nueva, escuchar a un podcast que alimente algún interés que tengas, correr 500 metros más, darte tiempo para un masaje, hablar con algún amigo, con tu familia. Puede ser cualquier cosa que ayude a tu mente a ser consciente de que avanzas en algo día a día. Y lo mejor es cuando sin querer, dices algo que resuena en la mente de alguien y de alguna manera beneficias a la otra persona sin siquiera esforzarte, esa es de las satisfacciones más lindas que he podido experimentar y también cuenta como logro del día (obvio yo me pongo mis propias reglas J). Esto no quiere decir que no pases malos momentos en el día, claro que hay frustraciones, estrés, problemas, pero si cumples tu meta, ahí es cuando las emociones negativas del día, se contrarrestan con las positivas.
La segunda tarea rescatada es la reflexión de ti mismo nombrando las emociones que pasaron por ti durante el día, pensar en las conversaciones que tuviste, las cosas que viste, que leíste, que escuchaste y luego pensar en cómo te sentiste y qué emociones pasaron por ti. De esta manera, estoy en un conocimiento constante de mi misma; a veces me sorprende mi reacción ante ciertas cosas porque mi cerebro y mis sentidos me dicen que debería ser de una forma, pero mi sentimiento y mi emoción me estaba diciendo lo contrario. Algo que ayuda a esta segunda tarea, es hacer una lista de nombres de emociones porque no estamos acostumbrados a diferenciarlas.
En México, sobre todo, siempre decimos: “me dio mucha emoción”, “me emocionó mucho”, “estaba emocionadísima” la realidad es que estar emocionada (o) no es la emoción como tal ¿cierto? Pero es difícil ponerle nombre, hasta que haces una búsqueda, escribes todas las emociones que ahí se muestran y entonces seleccionas la emoción correcta que corresponde a lo que sentiste. Todo esto, me ayuda a tomar decisiones, intentar un acercamiento nuevo o diferente con alguna persona, darme cuenta de errores, traer a la consciencia la búsqueda de la persona que yo quiero ser.
Por último, una tarea que domino poco o casi nada, es la meditación. Cuando mejor me ha funcionado es en la mañana, muy, muy temprano y el método budista es el que más me llegó al cora (sic). Se trata de un entrenamiento para la mente, cuerpo y espíritu, según yo. Puede ser tan compleja o tan sencilla como cada quien quiera. Hay muchas apps, clases, cursos, videos y libros que ayudan a comenzar y lo mejor es que meditar se puede hacer en cualquier momento incluso, a mí me ayuda a controlar algunas de las emociones que me doy cuenta que estoy sintiendo durante el día y necesito calmar. Se comienza simplemente respirando controladamente y, de hecho, la respiración es la clave de la “meditada”. La meditación está al margen de las creencias que cada quien tenga, la puedes practicar cual sea tu condición física o edad. Y aquí voy a pararle porque este tema es muy largo, pero el mundo sería mejor si todos comenzáramos a meditar, el Dalai Lama dice que si le enseñáramos meditación a los niños de ocho años, eliminaríamos la violencia en una sola generación.
Entonces, estoy aprendiendo a no enfocarme en mis hojas, mis ramas o mis flores, sino en fortalecer mis raíces.
Espero que, aunque sea una frase de lo que te compartí hoy haya resonado en ti, y ¡no te olvides de felicitarme el 21 de marzo por mi cumpleaños! Pero sin abrazos por nuestro amigo Covid-19.